Eduardo J. García
En toda Yugoslavia, durante y tras la guerra se produjo un fenómeno de falsificación y parcelación de la historia que sólo el nacionalismo puede llevar a límites tan atroces y ridículos.
A esto por supuesto no es exenta la antigua capital Belgrado, única ciudad exyugoslava con aires de gran ciudad y no un profundo y chovinista provincianismo como le sucede al resto de capitales de esa pléyade de países que pese a tener estado propio muy dificilmente pueden ser consideradas naciones, más allá del odio al vecino y la mentira como pilar y divisa nacional.
En dicha ciudad todo lo sospechoso de comunista ha sido eliminado del nomenclátor de las calles, incluidas tristemente las referencias a los voluntarios y brigadistas internacionales de nuestra guerra civil . Incluso se han llegado a suprimir nombres de calles que hacían referencia a episodios de la historia nacional serbia de vital e imperecedera memoria. Todo para agradar a los nuevos amos y tapar toda huella por pequeña que sea de los triunfos ,epopeyas y logros serbios.
Pero el caso extremo dista mucho de ser Serbia. Es una vez más Croacia. El nuevo estado de la Unión Europea se esfuerza en recordarnos los principios en los que basó su independencia. Y obviamente no fueron los supuestos intentos de crear una Yugoslavia confederal contra el centralismo serbio lo que provocó la ruptura. Estúpida , retrógrada y racista mentira histórica de la que se ríen en Zagreb desde 1990 pero que muchos siguen presentando como principal causa de la guerra. Fueron otros muchos más cercanos al fascismo y a la Croacia ustasa glorificada en cada esquina del país y legitimados por la Comunidad Internacional y certificados por el espaldarazo de la UE.
Mucho más certeros, precisos y significativos por su acercamiento al ideal nacional croata son dos sucesos recientes:
La semana pasada en Vukovar, ciudad mártir del nacionalismo croata, se volvieron a repetir los disturbios causados por los veteranos de guerra croatas.. Una vez más la causa de la discordia es la existencia del cirílico en los carteles de dicha localidad.
Esto es visto como algo intolerable por el nacionalismo croata que es quien a fin de cuentas ampara a estas asociaciones violentas. Es una lengua extranjera y enemiga, pese a que la única diferencia sean los caracteres de otro alfabeto que dice exactamente lo mismo.
El problema y paradoja es que la ley croata contempla la legalidad del cirílico en poblaciones con una fuerte minoría serbia. Esta fue aceptada como medida cosmética de la UE para aceptar la entrada de Croacia, dados sus muchos déficit democráticos. La misma Unión Europea con sus fondos facilitó el retorno de muchos serbios a su antiguo hogar, con el que Serbia es fronterizo para dar un barniz de reconciliación al estado croata cuyos símbolos siguen siendo fascistas. No obstante la UE considera que no debe intervenir en los asuntos internos de los países miembros. No hubo heridos, sólo placas rotas en cirílico, por supuesto, y policías aclamados tras ser liberados de los cargos por dejación de sus funciones tras jalear los destrozos de sus compatriotas.
Pero este episodio de primitivismo palidece ante otro de naturaleza mucho más grave poco transitado por la prensa. El gobierno de Zagreb ha pedido a la ONU que se retire el estatus de refugiados a los serbios damnificados por la guerra yugoslava. Afortunadamente la propuesta croata fue rechazada por falta de unanimidad. Croacia insiste en eludir la responsabilidad de sus acciones llevadas durante la guerra.
Todavía existen 27,000 familias con el estatus de refugiados en la antigua Yugoslavia. El primer país en recibirlos es Serbia, el país con mayor número de refugiados de Europa.
La negativa de la UNHCR se basa en una manifiesta falta de fundamentos de la petición croata y recuerda que el programa "regional" destina 584 millones de euros para la ayuda a refugiados en estado de gran precariedad en Serbia, Croacia, Bosnia y Herzegovina y Montenegro. La inmensa mayoría, serbios.
Cabe decir que sin la aportación de la ONU, la situación dejaría de ser insostenible como lo es hoy en día para convertirse en catastrófica.
Algunos quieren que la historia regurgite la parte inconveniente y las consecuencias de sus acciones.
Unas veces por ser incomoda como en el caso serbio y otras por ser gravosas economicamente y por obligarles a ser contrarios a los valores fundamentales de su patria como en el caso croata.