Eduardo J. García
Dos de los tres aliados del estado fascista de Croacia durante la segunda guerra mundial repitieron con agrado su papel en la guerra
civil Yugoslava. La tercera se limitó a ver como sus centenarios
territorios históricos, Istria, Trieste y gran parte de Dalmacia quedaban fuera
de sus fronteras tras las nuevas líneas trazadas en los mapas durante la
guerra fría. El nuevo rediseño cartográfico y el reparto y saqueo económico de
las zonas de influencia dejaron fuera a la potencia latina que tanto hizo por recoger
el guante imperial de España con tan poca gloria.
Italia no quería verse excluida del gran
pastel en el que tenía mucho que decir por derechos propios, por influencia e
incluso por minorías de las que se ha hablado muy poco.La sociedad transalpina
se militarizó durante el período de la guerra de Yugoslavia creyendo que su
papel sería de mayor trascendencia que el finalmente . Su desastrosa
participación en una suerte de operación humanitaria tras el derrumbe estatal
albanés sólo le acarrearon una gran marea de refugiados albaneses ante la que
se quedó prácticamente sola. No obstante las multinacionales italianas han
acabado al igual que casi todas las occidentales consiguiendo importantes
réditos gracias a la parcelación de mercados , a la corrupción imperante y
a la desregularización total que siguieron al desmembramiento
yugoslavo convirtiendo los Balcanes en un Tercer Mundo europeo como bien
atestiguan sus minúsculas economías, el expolio sufrido por Grecia, la
inclusión forzosa de Rumania y Bulgaria en la UE para evitar cualquier
influencia rusa o el intervencionismo de Kosovo propio de los tiempos de
Biafra.
Italia además de su seguidismo rastrero a la
política estadounidense, de la destrucción del otrora poderoso y muy votado
partido comunista tenía además de su peculiar y astuta (por maquiavélica)clase
dirigente, otro gran obstáculo para llevar una política coherente y propia ; el
Vaticano.
El Vaticano que se aprestó a reconocer las
independencias de las católicas Eslovenia y Croacia.
El caso esloveno no implicaba mayor problema, la
etiqueta austrohúngara de la región y su supuesto europeismo avalado por la
semiabsorción del nuevo y ridículo país por Alemania y Austria fue
incruento.
Pero la fidelísima Croacia era otra cosa. Su
estrechísima relación con el Papa y su papel fundamental en la cruzada
anticomunista tanto durante la segunda guerra mundial con el régimen de Pavelic
como con el gobierno de Tudjman no conducen a error. Juan Pablo II, ya
beato no condenó jamás el régimen genocida croata de Pavelic, sus palabras
fueron las mismas que las de Pío XII al hablar de lucha sagrada contra el
comunismo. Viajó tres veces a Croacia, y puso todo su empeño e influencias para
que esta entrara en la UE. En una fecha tan tardía como 1998 beatificó a Alojzije
Stepinac( que el régimen de Tito persiguió y condenó como criminal de guerra)
así como otros franciscanos que miraron para otro lado cuando no colaboraron
con el exterminio del pueblo serbio, gitano y la eliminación sistemática de los
opositores socialistas.
Esto ha sido desacreditado y causa de mofa
por gran parte de la prensa y multitud de historiadores que
anteponen su falta de escrúpulos y manifiesta mansedumbre ante el poder,
al estudio de la ciencia histórica.
La conspiración Alemania-Vaticano que los serbios
hicieron suya durante la guerra, tenía unos claros y terribles precedentes
históricos. Tomárselo a broma explicita muy bien el interesado
desconocimiento balcánico que revela un chovinismo racista (explotado a
fondo por Alemania) y el porqué del enconamiento de los conflictos en esta
zona.
El Vaticano a pesar del gesto de Benedicto XVI
que ha reconocido el genocidio llevado a cabo por Croacia, no ha cejado en su
apoyo a las tradicionales élites croatas en la defensa y prevalecimiento de la
fe católica, en su apoyo para la integración en la Unión Europea e incluso ha
hecho sus oficios de mediador de las disputas territoriales entre la fiel
prole eslovena y croata.
Pero en Croacia a diferencia del Vaticano se
celebran elecciones. Y en estas últimas ha ganado la Socialdemocracia. Y esta
ha tomado medidas que disgustan al Vaticano pues parece que el número de fieles
no sólo se ha estancado sino que decrece. Así como sus vocaciones y las
demandas de una mayor secularización como el resto de sus socios europeos.
Temas tabúes hasta ahora van abriéndose paso, y claro, hay que cumplir también
con ciertas formalidades de la Unión Europea. La no discriminación hacia otros
credos, especialmente hacia el rito ortodoxo, el reconocimiento de un genocidio
que mancha de sangre a la iglesia católica de pies a cabeza disgustan a una
Santa Sede que ve como una de sus serviles ovejitas empieza a descarriarse, si
bien de una forma muy tenue.
La gran oposición de una parte importante
del pueblo croata hacia la desindustrialización de su país y otras
políticas de corte liberal propugnadas por Bruselas inciden en una deriva
ideológica que desagradan a más de uno. La muerte de Tudjman y la derrota
electoral de su partido, la "reconciliación entre el anterior jefe de
gobierno serbio Boris Tadic y el actual Croata Josipovic tienen mucho que ver,
pero a veinte años de la guerra, tarde o temprano alguien se atreverá a
cuestionar la monolítica y autoritaria mitología sobre el papel croata en
la guerra civil. Quizá aún hagan falta una generación más y bruscos giros
políticos en Europa, pero la persecución intelectual llevada a cabo contra
quienes denunciaron el fascismo de Tudjman y sus adláteres en los años noventa
no podrá repetirse sin repercusión.
Para que todo cambie, es necesario que todo
permanezca igual. El gobierno croata se ha visto obligado a acatar la ley
de minorías de la UE que ya contempla desde hace años con eslovenos e
italianos, a los que permite expresarse en su lengua en carteles y en la
toponimia de sus pueblos y ciudades cuando alcanza le 30% de sus habitantes. Y algún
día le tenía que tocar el turno a Serbia, y ha sido en la zona en litigio de la
Krajina y Eslavonia, zona de una gran limpieza étnica apoyada sin tapujos por
la OTAN, que aún hoy alberga a una importante población serbia. Aquella misma
que quería seguir siendo yugoslava y cuyos derechos fueron flagrantemente
pisoteados por Croacia y la "Comunidad Internacional". Pues bien
Vukovar, la gran batalla, el gran martirio de la causa croata contra el
supuesto Goliath serbocomunista se escribirá desde ahora con caracteres
cirílicos.
Los veteranos de guerra, con una poderosa organización detrás
y una amplia red de clientelas han puesto el grito en el cielo ante
tamaña ofensa para con el anticroatismo.
La causa sagrada de la guerra de liberación
presenta una ínfima fisura que la responsabilidad y decencia del pueblo croata
elegirá si seguir ahondando en ella o eludirla como una molesta pequeñez de
pasado que nadie quiere conocer. Tras el fin de la guerra y la muerte del
ogro croata, la UE hizo esfuerzos si bien simbólicos para que parte de la
población croata regresara a sus hogares. Algunos miles lo hicieron pero
únicamente a zonas en las que se quedaron a terminar la guerra. Krajina y
Vukovar especialmente.
La ciudad heroica de los independentistas
croatas con letras de atrasados pueblos orientales no europeos.
Otra muestra más de lo insensible que fue y sigue
siendo Europa hacia esos pueblos libres balcánicos que un día decidieron romper
su constitución, la relación con sus vecinos, deformar su historia e incitar el
odio para acabar con un país en vías de democratización llamado Yugoslavia.
Quizá ahora que el gasoducto Southstream de la
rusa Gazprom pasa por Croacia a la vez que la suministra, esos signos extraños
con los que han convivido desde hace siglos sean más comprensibles y
llevaderos.
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