Eduardo J. García.
Los números no mienten reza un recurrente aforismo.Aunque si lo hace su interpretación. Sobre todo cuando esos números se alejan de los focos de las cámaras y de las primeras planas.
Entonces los elementos que integran esa cifra parece que dejan de existir.
Se hacen invisibles.
Y lo son para todos, para los hogares que dejan a los que nunca volverán, para quienes les giran la cara tras años de convivencia , para los seres queridos que no se levantarán más o para aquellos que ponen kilómetros de tierra como placebo para su derrota y acritud.
Se estima, en casi un cuarto de millón de habitantes no albaneses quienes han abandonado la provincia serbia de Kosovo y Metohija.
Y seguirán haciéndolo mientras la tensión cuando no el terrorismo, remita en una zona “protegida” por miles de soldados de la KFOR o hasta que el UCK vea su objetivo fundacional cumplido, el de un Kosovo sin minorías y con su independencia legitimada por quienes lo patrullan.
Durante nuestro periplo por tierras serbias a las cuales nos ha llevado la realización del documental “Yugoslavos” hemos sido testigos de todo ello.
Gracias a la reiterada y desinteresada ayuda de Ana Divac, la presidenta de la Fundación Divac que se encarga de suministrar material escolar entre otras ONG a los niños residentes en el campo, pudimos visitar el campo de Pancevo.
A unos veinte kilómetros de la pujante Belgrado nos dimos de bruces con la cicatriz ignorada de la guerra civil yugoslava.
324 personas originarias de las repúblicas de Bosnia, Croacia, y de la provincia de Kosovo conviven en desvencijados barracones provisionales en los que muchos de ellos llevan décadas. Los refugiados más veteranos datan de 1992 el mismo año en el que se habilitaron las instalaciones.
En la época en la que saltó a los periódicos de medio mundo cómo la limpieza étnica no era exclusiva de ningún bando y la sufrían los civiles serbios en los pueblos bosnios y en la Krajina croata, la ayuda internacional alivió la difícil situación de un país que estaba sufriendo el embargo más duro jamás decretado por la ONU mientras acogía un ingente número de desplazados.
Hoy en día para su vida diaria dependen casi exclusivamente de las ayudas de Serbia, un estado pobre que cuenta con pocos recursos para fines sociales, y del apoyo puntual de la cruz roja danesa que sigue colaborando, en contraste con el resto de organizaciones que se fueron al decaer el interés informativo y las posibles contraprestaciones políticas.
Nos dice el responsable del campo que el Comisariado de trabajo (gubernamental) trabaja con el objetivo prioritario de facilitar material para la construcción de casas en el campo (ya que gran parte de la población es originaria de zonas rurales) cuando puedan independizarse. Hacia esa dirección se enfocan los esfuerzos; a que la gente abandone el campo y gane la ciudadanía serbia con su autonomía económica pero las actuales circunstancias socioeconómicas (el sueldo medio nacional es de 300 euros) no resultan demasiado propicias.
Algunos, los menos se fueron, otros muchos prefieren la seguridad del campo a la ciudad, pero que lo que dejaron atrás está todo perdido concluye el encargado.
La mayor parte de los que dejaron el campo tuvieron como destino el Canadá, Australia, o Suecia.
Hubo casos aislados de familias que volvieron a Bosnia. Nadie lo hizo a Croacia o Kosovo.
El estado se encarga de proporcionarles techo, comida y una tarjeta sanitaria que les otorga atención médica gratuita.
Tiempo atrás existía un servicio sanitario que comprendía un médico y una enfermera pero les fue retirado al mismo tiempo que regresaron al campo las personas que eran tratadas por problemas psicológico-psiquiátricos. No obstante hay que decir que los refugiados tienen transporte gratuito hasta el cercano ambulatorio de Krnjaca donde son atendidos.
Visitamos sus áreas comunes que nos fueron enseñadas con la mejor de las voluntades; su comedor, la cocina en la que preparan comida gratis para todos, a quien no puede acudir por su propio pie o así lo prefiere se la llevan a su “casa”. A continuación vimos la obsoleta sala de calentadores y una lavandería. Todo ello conforma una triste y gris imagen de postguerra.
Hay gentes de todas las edades, niños que son escolarizados fuera del recinto y jóvenes que realizan trabajos de subsistencia sin que ninguno de ellos haya alcanzado el grado medio en sus estudios. El envejecimiento de la población se va acusando poco a poco. Los aparatos de diálisis tienen una fuerte presencia entre la población madura.
Esto tiene su consecuencia en el panorama laboral y en el estatus. Ya que la dependencia de la ayuda comporta el estatus de refugiado. A pesar que absolutamente todos los vecinos del campo de Pancevo son de origen serbio.
No tenemos cifras que barajar, no nos fueron facilitadas. Desconocemos cuanta gente comparte su misma situación y destino en todo el país. Sí sabemos que existen bastantes más campos como este repartidos en la república.
Resulta muy complicado dar con un número que categorice la secuela más lacerante para Serbia de la desintegración yugoslava.
Del mismo modo es imposible clasificar a las personas que dejaron sus casas como refugiados, huidos o emigrantes. Cada persona del campamento tiene una historia, siempre triste, que sólo les pertenece a ellos y a su recuerdo.
Precisamente por eso la aceptación de su existencia es tan importante y lo es, no sólo para ellos y para la nación a la que pertenecen, sino para todos , evitemos volver a darles la espalda. No tras veinte años.
Porqué hay algo peor que la invisibilidad: el olvido.
Este artículo fue publicado originalmente en: http://www.semanarioserbio.com/modules.php?name=News&file=article&sid=4203
Interesante el articulo.
ResponderEliminarUn tema interesante que me gustaria mencionar, es el tema de los apatridas, que creo que va muy de la mano.
Conozco a muchas personas, refugiados de Kosovo que al dejar sus casas fueron a destinos como Serbia o tambien Montenegro.
Pues hoy en dia mas de una decada despues de la guerra, aun no tiene la ciudadania del pais de acogida. La declaracion universal de los derechos humanos(1948) dice, que dar la espalda ha personas en esta situacion es considerado un crimen y los paises a los que los refugiados llegan, tienen la obligacion de darles una ciudadania en el caso de que no tengan una.
Por ejemplo Montenegro lleva haciendolo durante mucho tiempo(especial mente desde despues de la independencia), simplemente para evitar que ciudadanos Serbios tengan derecho al voto, o a trabajar, o a pedir un credito...
"El nivel de avance de una civilizacion/sociedad se mide al mirar el modo en el que se trata a los miembros mas debiles."
Todos estos problemas y secuelas son culpa de occidente:
Muchos paises pobres en el este son mas civilizados que paises ricos del oeste, incluso hoy en dia.
Occidente ademas de estar sin civilizar a perdido mucho en humanismo y en respeto, simplemente es una maquinaria economica donde las gentes son piezas de recambio desechables.
Los resquicios de humanidad( bien entendida, nunca como debilidades) hacen al hombre lo que debería ser y nos enseñan a amar la libertad y la dignidad por encima de todo. Si eso esta siendo desterrado, no podemos hacer otra cosa que rechazarlo.
ResponderEliminarDecir occidente es desde hace ya algunos años decir mercado libre,etnocentrismo ,hipocresia y coproraciones.
Lo lamentable es constatar en que se ha convertido los que ayer fueron sus rivales.
Saludos y gracias por tu reflexión sobre los apátridas, es un problema que atañe a millones de personas en el mundo y que a nadie parece importarle.
Profundamente injusto e inhumano.