Escribía recientemente una entrada en este
mismo blog en la que daba cuenta de nuestra alegría e ilusión, teñida de una
ingenuidad que no discuto, por la aceptación y valoración de la que ha sido
objeto nuestro documental Yugoslavos en el Festival Social Machinery Italy.
Pero aunque
celebre cada visionado del documental y cada comentario no puedo ni debo
olvidar que este proyecto que tanto tiempo, sinsabores, gastos y desinterés,
pero también amistades, conocimientos y realidades desveladas nunca hubiera
sido posible sin la inestimable ayuda, colaboración, entrega, paciencia y
generosidad personal de Aleksandar Vuksanovic.
Sus esfuerzos, contactos, desvelos y atenciones personales sobrepasaron en mucho lo profesional. Magnifico anfitrión, mejor guía y amigo. Sin él no sólo no existiría nuestro pequeño trabajo, que se ha convertido ya en un trabajo póstumo, sino que el desconocimiento de la guerra civil yugoslava y la denuncia de la injusticias sufridas primero por Yugoslavia, y después por Serbia no habrían tenido ningún eco ni defensores en nuestro país.
Sus esfuerzos, contactos, desvelos y atenciones personales sobrepasaron en mucho lo profesional. Magnifico anfitrión, mejor guía y amigo. Sin él no sólo no existiría nuestro pequeño trabajo, que se ha convertido ya en un trabajo póstumo, sino que el desconocimiento de la guerra civil yugoslava y la denuncia de la injusticias sufridas primero por Yugoslavia, y después por Serbia no habrían tenido ningún eco ni defensores en nuestro país.
Su causa , no era
otra que la defensa de la verdad, de la historia y refutar la propaganda. Su
principal caballo de batalla fue anteponer datos,sentencias,resoluciones de la
ONU, memorándums, testimonios, documentos de las principales organizaciones
internacionales y yugoslavas, además de periodistas independientes, que
avalaban que su denodada lucha contra la demonización de Serbia, contra las
continuas campañas de manipulación mediática no eran fruto de la frustración
o el revanchismo como los nacionalistas de otras insignificantes y
tercermundistas antiguas repúblicas yugoslavas argumentaban.
Sólo tenían que invocarse las palabras Gran Serbia y Srebrenica para que el pueblo serbio volviera a perder no sólo los derechos que le son propios y vulnerados en Croacia o en Bosnia, por no hablar de la deportación total eslovena, sino su propia humanidad.
Pero Aleksandar y su extinto semanario serbio estaban allí, para rebatir y desmontar falsedades.
Sólo tenían que invocarse las palabras Gran Serbia y Srebrenica para que el pueblo serbio volviera a perder no sólo los derechos que le son propios y vulnerados en Croacia o en Bosnia, por no hablar de la deportación total eslovena, sino su propia humanidad.
Pero Aleksandar y su extinto semanario serbio estaban allí, para rebatir y desmontar falsedades.
Recuerdo una
conversación, en la que hablamos del museo dedicado al holocausto, en Alemania.
Y en la que había un espacio dedicado a la Yugoslavia de Milosevic a la que se
equiparaba con el horror nazi de los campos de exterminio. Él dijo que no
podía aceptar que Serbia fuera considerada y mucho menos que asumiera ser un
país genocida, ni él podía resignarse a creerse parte de un pueblo
tildado de asesino. Máxime cuando la realidad es muy distinta. Y así,obró en consecuencia, defendiendo no el buen nombre de Serbia, Yugoslavia, ni mucho menos Milosevic,
Defendía la justicia, denunciaba los atropellos, el saqueo económico de las
multinacionales, las organizaciones criminales con el cartel de Kosovo y su
gobierno como máximo exponente, los silencios impuestos, atacaba la
falsificación histórica, ponía en evidencia la hipocresía y las agresiones
occidentales,los crímenes y discriminación contra los serbios tan
interesadamente ignorados.
Y lo hizo siempre
desde el conocimiento, el análisis y la corrección. Hablo de corrección, no
sólo como educación o modales, sino como respeto, como la perfecta
asunción de los valores democráticos que Aleksandar interiorizaba en su
carácter.
Por nuestra
experiencia personal, podemos afirmar que nunca le oímos dedicar una mala
palabra a nadie. Desgraciadamente no le conocimos tan bien como hubiéramos deseado,
dado que la distancia y las circunstancias personales nos lo impidieron, y es algo
que lamentamos.
Han pasado ya más
de dos meses de su fallecimiento, y sigue resultando difícil escribir y aceptar
su pérdida. Su partida, tan abrupta, temprana, inesperada como profundamente
injusta deja un gran vacío. Y no sólo por alguien a quien consideramos un
amigo, ni que forma parte de nuestras vidas desde que lo conocimos, sino porque
su personalidad, obras y talante son irremplazables.
La comunidad
serbia en España pierde al mayor altavoz de las injusticias sufridas, pero
también al hombre que ayudó a poner en marcha todo proyecto que pudiera paliar
las penalidades sufridas por el pueblo serbio. Fuera en Kosovo,
o durante las terribles
inundaciones en Bosnia de las
que habló en RNE. Sus comparecencias
antes los medios, fueron múltiples, y tras ellas hubo un gran trabajo que
al final fue reconocido por su calidad y fundamento. No tuvo más ayudas que su
carisma y talento personal en este combate. Batalló siempre por arrojar
un poco de luz, por devolver la humanidad a Serbia.
Con él desaparece
también una persona íntegra, progresista, que ni por un momento olvidó
que los postulados que destruyeron Yugoslavia son los mismos que socavan la
justicia social, los que destruyen la pluralidad, el idealismo, la convivencia
, la cultura, y en definitiva la paz y la libertad.
Esto unido a su
desencanto hacia los políticos y las divisiones entre los serbios le convertían
en alguien que no cayó nunca en los reduccionismos y maniqueísmo tan
propios del nacionalismo y el partidismo.
La abismal diferencia que separa al patriota del nacionalista. Se hizo valer como individuo, se significó como persona libre, sin pedir nada a cambio, ni esperar recompensa alguna. Más bien fue todo lo contrario, pero no cejó en su empeño. Y su legado, el de semanario serbio y el de su documental "A un sólo disparo" que contextualiza debidamente el atentado de Sarajevo, desenmascarando el revisionismo imperante son sólo el epilogo, de una voz que no debió apagarse tan pronto. Pero que no caerá en el olvido.
Descansa en paz, Alex. En la paz de los hombres justos, buenos y honestos.
La abismal diferencia que separa al patriota del nacionalista. Se hizo valer como individuo, se significó como persona libre, sin pedir nada a cambio, ni esperar recompensa alguna. Más bien fue todo lo contrario, pero no cejó en su empeño. Y su legado, el de semanario serbio y el de su documental "A un sólo disparo" que contextualiza debidamente el atentado de Sarajevo, desenmascarando el revisionismo imperante son sólo el epilogo, de una voz que no debió apagarse tan pronto. Pero que no caerá en el olvido.
Descansa en paz, Alex. En la paz de los hombres justos, buenos y honestos.
Te echaremos
de menos
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