El pasado nueve de mayo en Moscú se conmemoró el
setenta aniversario de la victoria sobre el nazismo. Para celebrar, recordar, y
ensalzar como se merece esta gran hazaña, la plaza Roja fue escenario de un
grandioso y solemne desfile militar.
Más de 16,000 orgullosos soldados del ejército ruso
marcharon bajo los mismos estandartes y banderas rojas de la Unión Soviética e
incluso en los mismos vehículos, con mención especial para los
tanques T-34, icono de la derrota del fascismo. Las banderas de los ejércitos, batallones y
ciudades héroes de la URSS se sucedieron en un acto que fue mucho más allá que
una demostración de fuerza y estética militar.
El desfile ha
sido descrito como el mayor de la historia de Rusia, a lo que no siempre se ha añadido,
el debido matiz, que lo es desde la descomposición de la Unión Soviética. Una
efeméride de tal importancia que ha sido ensombrecida por el
intolerable comportamiento occidental, auspiciado por las belicosas y aún no
demostradas acusaciones con que la Casa Blanca martillea al Kremlin
culpándolo de la guerra en el este ucraniano. La defensa de pueblos inocentes,
de puros e incólumes davides luchando por su supervivencia contra tiránicos
goliaths, frecuentemente pueblos eslavos reacios a la Europa del libre mercado
propugnado por Washington, vuelven a intoxicar prensa, conciencias y opiniones
una vez más.
Pero el nueve de mayo, es el día de la victoria, no
el día de la Unión Europea, ni el día después del armisticio firmado por los
aliados occidentales. Es el día de la derrota del nazismo, y no sólo para
los rusos, sino para todos los pueblos ex-soviéticos y los
comunistas de todo el mundo.
No obstante no todos quieren seguir compartiendo la
herencia de su participación y triunfo contra el nazismo.
Por primera vez en la historia de Ucrania el día
de la victoria se celebró el 8 de Mayo para coincidir con la celebración
occidental en una vergonzante muestra de lacayismo para con los aliados
actuales del estado ucraniano. Ese que no duda en cerrar sus bancos, cortar luz
y agua, bloquear partidas de alimentos básicos, dejar de pagar sueldos,
pensiones, y cesar el suministro de medicamentos y productos de primera
necesidad a los hospitales, colegios y orfanatos en la zona del Donbass
que proclama como ucranianos.
El mismo gobierno que usa artillería y efectúa
operaciones de bombardeo aéreo contra núcleos urbanos, estaciones y fábricas.
Un gobierno resultante de una sangrienta algarada europeísta de alto contenido
fascista amparada por occidente que no ha dejado de causar tremendas pérdidas a
ambos bandos.
En Kiev son conocedores que a pesar del crédito de
17.500 millones de euros que le acaba de ser concedido, su mayor logro no será
entrar en la UE; hecho harto improbable para una economía paupérrima, privada
de los recursos del Donetsk, sino destruir la huella rusa del territorio, y
ayudar a cerrar el cerco sobre el gigante eurasiático y quedar así las élites
nacionalistas ucranianas pro polacas protegidas por el brazo militar de la
OTAN, consiguiendo de facto carta blanca para crear una Ucrania acorde con sus
designios etnocentricos, excluyentes ,de reconocimiento y glorificación
fascista y por supuesto legitimar una limpieza étnica que ya está teniendo
lugar desde hace un par de años.
Redunda comentar que el gobierno de Ucrania ha
comparado al comunismo con el nazismo por ley, tilda de luchadores por la
libertad a grupos terroristas como el UPA, responsable de miles muertos
soviéticos y polacos, y a Stepan Bandera, un líder nacionalista (y van unos
cuantos) ucraniano colaborador con los nazis cuando la situación lo requería,
pues el enemigo común, el ruso, la URSS y la realización del holocausto lo
exigían.
Antes de prestar crédito a las absurdas
interpretaciones que nos hablan de un Putin con ambiciones de reconstituir la
URSS, se debería tener en cuenta las razones que motivan al gobierno de
Kiev a destruir estatuas y monumentos de la época soviética.
Putin está muy lejos de ser un comunista soviético, lo
que realmente despierta malestar no es la opacidad de su gobierno, la
corrupción, o su particular capitalismo de estado clientelar, sino la
oportuna recuperación del orgullo ruso y la lucha de Moscú por el espacio que
le corresponde a Rusia en Eurasia y que le es negado por occidente y las
antes primaveras y ahora guerras, en un paradigma de la importancia tan
coyuntural que tiene la paz y la democracia cuando están en juego el poder y
los intereses económicos.
El boicot de las
delegaciones occidentales fue casi absoluto, exceptuando a Francia, cuyo
ministro de Exteriores acudió al acto, para guardar la compostura diplomática,
(también suponemos comercial, por ahí andan las fragatas Mistral) el resto de
países occidentales no acudió o lo hizo con figuras de quinta categoría y los
mejores aliados de USA en Europa, los países del Este de la UE no acudieron. El
boicot contra Rusia fue seguido de un endurecimiento de las medidas de castigo
económicas que no ha evitado que en Crimea la flota del Mar negro navegue bajo
la hoz y martillo, y millares de ciudadanos de todas las edades recordaron a
sus héroes, a sus familiares, a los "suyos" , la legión de los
invencibles que recorrió las principales calle de las ciudades más importantes
de Rusia atestigua que en cada hogar ruso la garra del fascismo se cobró
tributo en sangre hasta el nueve de mayo de 1945.
El presidente ruso estuvo acompañado por dignatarios
de China, sin cuyas enormes pérdidas y esfuerzos difícilmente el imperialismo
japonés hubiera sido vencido en Asia y por otros países de historia
antifascista más reciente como Cuba, y otros como signo de amistad como
Venezuela. Pero también acudieron dos antiguas repúblicas yugoslavas: por
primera la ARY de Macedonia cuya presencia en Moscú fue contestada a
sangre y fuego por el E.L.K en el ataque de Kumanovo. El siempre oportuno guardián de
los más aberrantes e inconfesables intereses occidentales en los Balcanes que
afeó su presencia en la capital rusa por primera vez desde su ruptura con
Yugoslavia.
Y llegamos al caso serbio. A pesar de las muchas
diferencias con Rusia, es como esta con la Unión Soviética, Serbia es la
heredera más directa de la Yugoslavia comunista. Aunque Yugoslavia fuera
un enemigo de la URSS desde la ruptura Tito-Stalin en 1948:
No en vano; los yugoslavos espiaron a favor de
occidente, organizaron su doctrina militar pensando en una invasión soviética
que nunca se produjo y llegaron a enviar armamento y asesores a los muyahidines
afganos en acciones propias de la paranoica política de la guerra fría.
Sin embargo militares serbios, montenegrinos y no
pocos eslovenos siempre vieron con simpatía y admiración al modelo soviético.
Algo perseguido y castigado por el régimen de Belgrado. Pero esa la Yugoslavia
de Tito, no una Yugoslavia equitativa en la que el superior y natural peso
serbo-montenegrino decidieran el destino de la nación.
Un país en demasiadas ocasiones hecho
"contra" los serbios, por ser este pueblo culpable por ser
predominante, gozar de un mayor peso cultural, demográfico, político, e
histórico. El único reino y nación con continuidad histórica en la región. Y
durante su historia siempre se llevó bien con Rusia como casi la totalidad de
países balcánicos en uno u otro momento. También parece claro que la Yugoslavia
socialista de Milosevic destruida en los noventa estaba mejorando la relación
con Moscú de la cual la Yugoslavia no alineada siempre receló.
Pero como todos sabemos los acontecimientos (forzados)
se sucedieron y aquí llega el punto y final de esta breve digresión.
Rusia como
Occidente ha tenido y mantiene intereses en los Balcanes, y mientras unos
parecen además de naturales, más que legítimos, los otros, bastante mejor
acogidos por gran parte de la población autóctona como sucede con las
inversiones rusas son signo de una agresiva política imperialista impropia del
mundo moderno.
Vladimir Putin aprendió la lección del bombardeo de la
OTAN contra Yugoslavia, que tanto él como Gorbachov vieron como una humillación
a Rusia, y de la posterior amputación y ocupación de la región serbia de Kosovo
y Meto hija. Y así lo declaró en su discurso tras la unión de Crimea con la
Federación Rusa. Kosovo como precedente, Serbia como advertencia.
Pero volvamos al
nueve de mayo, el Presidente de Serbia, asistió en primera fila al grandioso
espectáculo para contemplar como un grupo de soldados serbios desfilaba en la
plaza roja por su contribución a la victoria final sobre el nazismo.
Allí estaban representados tres de los pueblos (verdaderamente
triste la ausencia y el revisionismo de Polonia) que más sufrieron y
minaron la implacable maquinaria militar nazi. Serbia a diferencia del resto de
repúblicas yugoslavas, no sólo no renuncia de su papel como heredera de
Yugoslavia, sino que muestra su naturaleza antifascista como inequívoca
característica nacional.
Este nueve de mayo
sirve también para dar pie a un muy interesante aunque obvio debate, por su
conclusión final, sobre la liberación de Yugoslavia durante la Segunda guerra
Mundial.
El régimen de Tito construyó un discurso en el que
Yugoslavia se liberó "sola" de la ocupación nazi, negando la
participación soviético-búlgara, adversarios políticos de la Yugoslavia
socialista. Sin esta ayuda hubiera sido realmente difícil vencer en
el terreno militar a las tropas alemanas y a sus aliados, bastante mejor
armados y equipados que los extraordinariamente valientes, tenaces, astutos y
heroicos partisanos yugoslavos, que como los soviéticos eran conscientes que
sin victoria, no habría mañana.
Exterminio y extinción de un país, de una nación de
todos y para todos, que luchaba por nacer, por sobrevivir entre odio, sangre y
cenizas. Y lo hizo, el único país nacido de las raíces del antifascismo, hijo
del nueve de mayo de 1945.
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No olvidar
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Rusia y Serbia, hoy ya no son rivales políticos
y mucho menos militares. Y la recuperación de un bagaje histórico tan
importante como la derrota conjunta del fascismo ha tenido un significativo
paso, no sólo con el desfile, que ya lo es, sino con la entrega por parte del
gobierno ruso de condecoraciones a los veteranos serbios que hace setenta años
lucharon codo a codo junto a los soldados soviéticos en la ofensiva final contra
el ejército nazi.
Estas fueron las
palabras que acompañaron a las medallas:
"La férrea
voluntad de nuestros pueblos, su fe y valor, salvaron a Europa y al mundo de la
esclavitud y a pueblos de ser exterminados".
Esta es la
verdad, y no es interpretable.
PD: Dedicado
a todos aquellos que lucharon contra el nazismo, teniéndolo todo en contra,
menos sus convicciones e ideales.
Gloria inmortal, reconocimiento y eterno
agradecimiento a todos los resistentes.
Vuestro sacrificio es nuestra memoria, vuestra
victoria nuestro futuro, vuestras acciones, nuestra deuda eterna.
Gracias a los luchadores soviéticos, yugoslavos,
polacos, italianos, judíos,griegos, belgas, franceses y checoslovacos.
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