Las razones que causaron esta revuelta popular difundida por los medios occidentales además de poner fin al "reinado de terror" de Slobodan Milosevic se justificaron en la decisión del Tribunal Constitucional Yugoslavo de anular las elecciones.
Estas en realidad fueron aplazadas nueve meses en una burda maniobra dilatoria de Milosevic con el único fin de controlar los recursos de poder, intentar cambiar otra vez más su imagen para no ser juzgado por el TPY.
Pero en el año 2000 en Belgrado, Milosevic no pudo controlar un escenario del que ya debía dejar de ser protagonista. Los intereses los manejaban protagonistas mucho más poderosos que unos pequeños partidos de una federación cada vez más mermados y unos medios de comunicación estatales que nada podían hacer contra las corporaciones del "mass media".
Una marea de todo menos roja.Los manifestantes reunidos en la ciudad al final no excedieron de los 300.000 personas según las estimaciones más fiables.
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Una vez más, como ya hicieron en anteriores ocasiones con el generalato soviético, ruso e iraquí los cambios de opinión y lealtades se pagaron generosamente.
Una delegación de al menos nueve oficiales yugoslavos fueron "invitados" a un Festival Aéreo Internacional celebrado en suelo británico. Allí sus servicios secretos se trabajaron bien el desencanto de los militares hacia sus posiciones. Los militares balcánicos se portaron como acostumbraron durante toda la guerra, es decir erraron al no tener visión de conjunto y anteponer criterios personales, soluciones parciales y una verdadera falta de valor indigna de un cuerpo armado fundado en torno a los pese todo muy heroicos partisanos yugoslavos.
Otro puntal de la ofensiva de los Estados Unidos fue Montenegro. La minúscula república de poco medio millón de personas no era un elemento exento de importancia para la consecución del estallido de libertad serbia.
El muy ambicioso Djukanovic era el personaje idóneo para caer en todas las tentaciones que aumentaran su cotas de poder, fueran reales o imaginadas.
Sus ínfulas separatistas fueron respaldadas por millones de dólares y por su presidencia nacional reconocida internacionalmente a todos los efectos.
Montenegro, o mejor dicho el gobierno de Djukanovic se armó de potentes armas pesadas occidentales y sus pretorianos fueron entrenados por el SAS británico. Aunque se apoyó una guerra civil de forma tácita, la postura proserbia de la población y la fuerte presencia de cuerpos militares nada proclives a enfrentarse entre ellos hicieron que el presidente montenegrino finalmente desoyera los consejos de Peter Galbraith, el antiguo embajador de USA en Croacia según el trabajo de investigación de Diana Johnstone, de cuya presencia en "Yugoslavos" nos enorgullecemos
Este político estadounidense llegó a decir que la guerra sería breve, que Montenegro recibiría el amparo americano y que tal guerra civil solucionaría todos sus problemas.
La potente maquinaria electoral norteamericana puso grandes medios a disposición de la coalición opositora. Los miembros de OTPOR, que significa resistencia no vieron ninguna desvirtuación, dada su ideología profundamente conservadora y nacionalista en que ellos se apropiaran de palabras y símbolos de la lucha obrera y socialista como lo era su propio nombre y su símbolo, un puño cerrado de color negro que nada tenía que ver con la lucha social sino con la toma del poder y el liberalismo.
Este extremo fue llevado al paroxismo cuando se llegó a la convocatoria de la huelga general obedeciendo la muy persistente petición norteamericana. Una expresión democrática muy poco presente la reciente historia de los Estados Unidos .
Había margen político para su realización y el detonante de su puesta en marcha fue la poca ventaja de Kostunica sobre Milosevic en la primera vuelta que podía revertirse. El enfrentamiento entre partidarios de uno y otro lado iba ganando en virulencia.
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